No es tan difícil supuse, o no debiera serlo. Tú, estas aquí siempre, desde hace mucho y supongo lo estarás durante otro tanto. Tanto que ni yo, ni mis próximas generaciones te terminarán de ver, de disfrutar, de entender. No dejarán de tenerte cuando van y vienen, como tú que a veces subes y otras simplemente bajas, dependiendo del humor, de la esperanza, del sentimiento del que te contempla embobado, como si contemplara a su amante dormida junto a su cuerpo.
No es tan difícil respetarte a ti, a tu ribera, a tu agua y a tu naturaleza. Pero no, ellos tan ególatras, te tratan como si no importaras, como si solo formases parte del paisaje, como si solo fueses parte del atrezzo de esta gran obra de teatro que es la vida. La vida que nosotros creamos para que sea nuestro teatro particular, no de la otra vida, la de verdad, la que sigue su curso sin inmutarse, como tú sigues el tuyo.
Al final te miro desde el puente del Gran Palacio, me miras, juntamos nuestros ojos, jugando al cíclope. Junto a mi, también te mira la estatua del puente la de siempre, pero tú no la prestas atención y solo tú y yo existimos, y solo tú y yo somos inmortales en ese momento. Y desde lo lejos nos contempla la torre Eiffel, envidiosa de tu natural belleza.
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