martes, 22 de noviembre de 2011

DÉFENSE.



París es una metáfora de ciudad. No más de lo que lo es Lisboa o Buenos Aires. Pero si es una metáfora más cercana al espejismo que a la propia acepción metafórica del juego de palabras y sueños. Más cercana del sueño del hombre fascinado que de la fascinación propia del hombre soñador, o condenado a serlo. Más cercana a la ilusión de los rascacielos neoyorquinos que al infierno terrenal visto e imaginado total y ciertamente por Dante.

Allá a lo lejos, donde se esconde el sol cada día como si lo tuviera por costumbre, allí pasados los Campos Elíseos y la estrella del arco triunfante, más lejos de donde llegan los sueños y más cerca de lo que muere el metropolitano, a media distancia de los edificios de cristal con miles de papeles y sin sueños y de los campos verdes y vivos.

Allí donde se juntan los caminos y donde se separan los sentimientos, allí te levantas impertérrita, fría e impasible Explanada de la Defensa.

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