Tener en cuenta que lo que un día se tuvo por diamante idealizado, puede haberse transformado en carbón de la memoria, que es lo que queda a veces bajo la nostalgia. Reír sin carcajadas, mientras lloras sin lagrimas, o gritas sin forzar las cuerdas vocales. Sufrir sin sufrir y amar sin amar, que tan de moda están hoy.
Parques sin niños, y con lagos oscuros, rocas blandas y susurros duros. Eso es lo que te encuentras las jornadas de nostalgia, de nostalgia terrenal o suburbana, que es menos oficial, pero igual de oficiosa.
En fin, llega el otoño a la ciudad de la luz, y con las hojas buscando el suelo, como los suspiros buscan el alma, comenzamos a internarnos en un duro invierno de gozos y sombras, más de sombras y de escalofríos, que de gozos y caricias. Un invierno nostálgico del verano, que a su vez echa echar de menos la primavera.
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