domingo, 6 de noviembre de 2011

CHIMENEAS.



Desde Belleville a Place d´Italie, desde Montmartre a Montparnase, se alzan en todos los áticos y tejados, como viejas estatuas de sal. Dulces apariciones de terracota cocida, que en sus principios evacuáron los humos de ese fuego reparador, que junto a las copas de absenta, sirvió para calentar tantas y tantas vidas, tantas y tantas casas.

Hoy, llevadas a la insensatez de su entusiasmo, están prohibidas, cerradas por las autoridades, no se puede hacer fuego dentro de las casas parisinas, no se pueden usar las chimeneas. Solo se pueden observar, para eso existen hoy, para ser observadas por turistas y foráneos, para hacer pensar a quien las contempla, como fue ese otro París. Lugar este, donde todo era más fácil y más romántico.

Como tantas cosas en la ciudad del Sena, están solo para ser contempladas, como el antiguo edificio de la Samaritaine, que aún hoy, vacío de contenido y alma se sigue iluminado a diario, o mejor dicho a nocheairio, para ser tan solo eso, contemplado.



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