Amanece cerca de casa, huele a curry y a verduras recién preparadas, huele a cuscus de bar de la esquina, huele a datiles recién desempaquetados, brillantes y dulces como tu sonrisa. Huele a tí. Huele a Argelia, a Líbano a Túnez, huele a St. Ouen y a Rue Faubourg Saint Antoine.
Huele a ojos grandes, vivos y cercanos, a cultura que parece lejana y que siempre fue cercana, tanto que nunca se fue del todo. Esa cultura tan apegada a mi tierra, y también a esta otra tierra, tierra de acogida caduca. No me imagino el pasado sin ella, y aún menos me imagino el futuro.
Huele a revelación trasnochada y a desengaño próximo. Huele a amor y odio, a antiguas vidas de hace tan poco, a nuevas vidas de hace tanto. Carne tibia, piel acaramelada, ojos negros, pelo azabache, blanca media luna sobre fondo escarlata. Huela a tí.
Llevabas razón, me han entrado aún si cabe más ganas de visitar París. Pero no el París turístico, sino el de los sentidos, el de las callejuelas de Monmartre y los barrios bohemios, el de los paseos a pie y no en autobús.
ResponderEliminarOjalá siempre nos quede algo dentro del siempre nos quedará París.
Hola Edu, soy Lua. ¿qué tal? ¿qué significa apandador?
ResponderEliminarHola Lua, con apandadores, hago referencia a los golfos apandadores, unos malos malisimos, pero a la vez descerebrados que nada hacían bien de una serie de dibujos animados, Chip y chop, seguro que te suenan, esa serie de dos ardillas.
ResponderEliminarun besazo