La civilización francesa, esa larga y gruesa historia, esa fuerte y tensa armada que dominó el mundo, con un pequeño y rellenito emperador, esa, que se pasea por las cumbres europeas con otro pequeñito neoemperador, de sonrisa risueña y nariz gongorina.
Esa civilización que ahora da clases en una facultad, más famosa que eficaz, y que dice a sus polluelos, solo lo bueno de su historia, solo lo bueno de sus emperadores, de sus reyes sol y de sus reinas sombras. Que trata a los vecinos invadidos, como pueriles monjitas de rosario diario, o como colegialas quinceañeras que se sonrojan ante una barba.
Esas cábalas que los del país invadido, hacemos ahora en el país invasor, mientras nos miramos las cicatrices del pasado y del presente, y simplemente no nos cuadran sus hachazos en nuestras heridas. Simplemente por eso, porque sus hachazos, son más falsos que su honor y su armada, y nuestras heridas llevan más de doscientos años siendo verdaderas y sangrando.
http://animodecotademalla.blogspot.com/2011/11/cabalas-y-cicatrices.html
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