Que pasará por tu bronceada cabeza a diario, allá en lo alto, desnudo de ropa y timidez. Pensando veinticuatro de veinticuatro, ayudando a los que lo hacen cero al cuadrado. Ayuda necesaria, según pintan los bastos en el viejo continente, más necesario son más pensadores y menos cabezas pesadas de metal forjado.
El sentido funesto de la funesta revolución moderna, con dinero y sin neurona, no física, no psíquica, ni personal, ni intransferible. En fin hoy, y mañana.... posiblemente.
La tranquilidad, y la realidad, la fantasía de las uniones psicomotrices de tu ego y tu puño en la cara, mirando sin ver, porque no te hace falta. La mejor mirada se hace con los ojos cerrados y los sentimientos abiertos. Nada más real, que tu cuerpo frío sobre un pedestal pétreo. Bajo el sol del invierno y el agua del estío parisino.
Mil años, o más, o menos, pasaran. La ciudad desaparecerá, llegarán nuevos invasores que en su día fueron invadidos, y como cíclico lo es todo, volverán a ser invadidos por otros. Y mientras tanto tú, no nos abandonaras. Lo sé, tú seguirás allá arriba tranquilo, pensando por todos aquellos que nunca lo hacen, ni lo harán.
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