lunes, 7 de mayo de 2012

UNA TARDE DE MAYO.




Antes de las ocho de la tarde hora local, la ciudad del caos, del trafico y del bullicio, tornó, cambió, algo raro había en el ambiente. El final de la elecciones nacionales llegaba, ya empezaba el escrutinio, y los gendarmes empezaban a ocupar posiciones por todo el centro de París, sobre todo y en sobre manera en las inmediaciones de la Plaza de la Bastilla. Hacía allí me dirigía.

Los coches, las motos no dejaban de hacer sonar sus claxons, mientras circulaban por las calles de la ciudad, ignoro si con destino fijo, o simplemente paseando su alegría y haciendo participe de ella a sus convecinos. Una manzana antes de entrar en la Bastilla, una ambulancia pasaba aporreando su bocina, y el copiloto grababa con un teléfono móvil toda la gente que aparecía en el recorrido de su regocijo. Desde las ventanas, gente descorchaba botellas de champán, sobre banderas del partido vencedor, y mis ojos vieron en el suelo confeti. En la puerta del supermercado Monoprix, dos vagabundo que tienen su residencia sobre las puertas de este, saltaban contentos-nunca les había visto sonreír-, y se abrazaban entusiasmados, como si el cambio fuera a servir de algo en sus vidas, pero lo cierto, es que la felicidad se contagia. Una niña pasó junto a mi, una mano agarrada del brazo de su madre, en la otra, agarraba como buenamente podía una rosa roja.

Entrar en Bastilla y ver lo que es la otra cara de la política, la columna de Julio, casi siempre inalcanzable por el trafico rodado, permanecía recta y ducha, a pesar de que su base, llena de restos mortales de sus antiguos héroes, estaba tomada por la muchedumbre y sus banderas, eran de muchos tipos y filigranas, aunque abundaba el color rojo. En la pantalla gigante del fondo, donde nacen los bulevares, Sarkozy, aún presidente de la república, sucumbía y con cara sería y bajo los abucheos de las miles de personas que abarrotaban la plaza, reconoció su derrota y felicitó a Hollande, a la sazón nuevo presidente. La plaza estalló en aplausos, y la gente brindaba de nuevo.

Esta es mi humilde crónica de las elecciones generales francesas, lejos de datos y discursos. Poco me importan, las he visto y vivido desde lejos, o desde cerca, depende de como se mire Simplemente puedo narran con exactitud lo que ví, y sentí en las calles de la ciudad. La otra política, la otra felicidad.


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