domingo, 20 de mayo de 2012

LA NUIT DES MUSEÉS.



Como cada año desde hace ocho, llega esta noche, noche especial para todo el mundo, que se lanza a visitar museos, como si fuera la única vez al año que los abren, las colas eternas, lineales o zigzagueantes, así lo atesoran, así lo demuestran. Para mi, también es una noche especial, a pesar de ser asiduo visitante de museos, poder hacerlo con nocturnidad y alevosía es una punto a favor, y no suelo perdérmelo ningún año, esté donde esté.


Este año, como tantas cosas, me ha pillado en la ciudad de París, y allí me fuí, con mi novela bajo el brazo y mucha paciencia a las espaldas para hacer las largas colas, colas que salían como una tenia infecta, de la boca de todos los museos de la ciudad de la bohemia y del impresionismo.

Recordaré esta noche como en la que encontré por fin los ansiados Nenúfares de Monet, como la noche del rencuentro con un viejo profesor español y un historiador francés y como la noche en la que París siendo aún el frío y lejano París que acostumbra a ser, tenía esa cálida apariencia, con la que normalmente engaña al turista, pero no al regente. París, volvió a convertirse para mí durante unas horas en una ciudad donde se vive y no se sobrevive, sensación que me aborda de vez en cuando, dependiendo de la compañía y de la climatología, o mezclando ambas. Lastima que la sensación dure tan poco, al fin y al cabo es normal, París es una metáfora de ciudad.

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