La imagen es clásica,
tal vez demasiado, es el puente de Alejandro III sobre el río Sena,
la foto está tomada desde el centro de la calzada, entre el Gran
Palacio y el Pequeño Palacio, sendas construcciones fueron creadas
para la Exposición Universal de 1900, como lo fue el propio puente,
la Gare d´ORSAY o la Torre Eifell, y otros tantos edificios, que han
ido apareciendo o aparecerán en esta otra guía de viajes sobre
París, guía que intento sea esta página diaria.
Al fondo, más allá del
puente se levanta el edificio que alberga el museo del ejercito
francés y la iglesia donde se encuentra la gran tumba del emperador
Napoleón Bonaparte, héroe y anti-héroe francés, tan amado como
odiado, tanto por propios, como por extraños, la historia es así,
por eso, tal vez sea tan amada por unos, y tan detestada por otros,
porque tarde o temprano pone a todos-o casi-, en su sitio.
El caso, es que este
lugar sirve de perfecto ejemplo, para demostrar el cariño que los
parisinos en particular, y los franceses en general tienen por los
dorados, el puente de Alejandro III, llama la atención por sus
esculturas doradas, más que por su estructura, que a mi modesto
entender le hacen uno de los puentes más bellos de la ciudad, y como
olvidar la cúpula de los cercanos Inválidos, esa construcción
conocida como la cúpula dorada sin más, tanto por visitantes como
por habitantes habituales, en fin eso es así, sino paseen por la
plaza de Pirámides, donde Juana de Arco-o mejor dicho Santa Juana de
Arco-, les esperará a caballo, preparada para la batalla, cubierta
totalmente de oro, y muchos ejemplos más a lo largo de la ciudad de
la guillotina. Les lanzo el guante, esperando que lo recojan, y se
hagan su propia ruta parisina guiándose por el dorado de sus
construcciones y esculturas.
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