Cuando te internas por
Saint Germain, dejas atrás Odeón y casi te introduces en los
jardines de Luxemburgo, a tiro de piedra de la rue Bonaparte y de las
librerías de viejo, donde los suelos de madera crujen al imponer tu
peso sobre ellos, como si de un viejo velero a punto de zarpar se
tratara, cuando ves los centenarios cafés de la zona, y puedes
imaginarte historias de la primera guerra mundial, allí se levanta.
La plaza de su mismo
nombre, suele estar -o casi-, llena, por la mañana los jubilados se
sientan a las sombras de sus poco verdes y frondosos árboles, junto
al monumento a los caídos por Francia, algunos aún hoy cuentas
viejas experiencias, viejas pesadillas en forma de batallas en
Argelia o Normandía, por la tarde los niños, la llenan con su jaleo
vivo, mientras a lo lejos una cantante callejera, interpreta con más
intención que acierto algún tema de Édith Piaf.
La iglesia es la segunda
más alta de la ciudad, pero no es eso ni sus extrañas torres lo que
más llama la atención, su particularidad esta en su interior, cerca
de las dos obras de Delacroix, se levanta su gnomon de la meridiana
solar, narrado por Dan Brown en su Código Da Vinci, este aparato
para calcular la fecha de Pascua, se convierte según el autor en el escondite
del Santo Grial, y de la orden de Sión. Sea fábula, mito o
realidad, esta iglesia es mucho más visitada desde entonces, y ahora
entra dentro de las guías más turísticas de París.
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