miércoles, 16 de mayo de 2012

ADOQUINES.



Están por toda la ciudad, en algunos casos escondidos bajo una capa de brea, de asfalto, en otros casos, en otros lugares, aparecen semi enterrados, como queriendo volver a resurgir cual ave Fénix, como si llegará el momento de volver a sacarlos de la fila donde están encajados y volver a parapetarse tras las barricadas, cerca de la Sorbona, cerca del Panteón.

En otros lugares como en la colina de Santa Genoveva, lugar demasiado conocido, ya he dicho en alguna ocasión que allí se levanta el Panteón Nacional, y la famosa universidad, allí donde antes se daban cita los estudiantes, hasta que un mayo más, el del 68 decidieron ver que pasaba si ponían contra las cuerdas a todo el estado francés.

La cosa acabó como el rosario de la Aurora, pero fue un punto de partida, un aviso a navegantes, para los que viene, para los que venimos después, un faro en el horizonte, para no volver a caer en los mismos errores. Pero aún hoy, bajo los adoquines de la ciudad de París, sigue sin haber arena de playa.

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