Antes de las ocho de la
tarde hora local, la ciudad del caos, del trafico y del bullicio,
tornó, cambió, algo raro había en el ambiente. El final de la
elecciones nacionales llegaba, ya empezaba el escrutinio, y los
gendarmes empezaban a ocupar posiciones por todo el centro de París,
sobre todo y en sobre manera en las inmediaciones de la Plaza de la
Bastilla. Hacía allí me dirigía.
Los coches, las motos no
dejaban de hacer sonar sus claxons, mientras circulaban por las
calles de la ciudad, ignoro si con destino fijo, o simplemente
paseando su alegría y haciendo participe de ella a sus convecinos.
Una manzana antes de entrar en la Bastilla, una ambulancia pasaba
aporreando su bocina, y el copiloto grababa con un teléfono móvil
toda la gente que aparecía en el recorrido de su regocijo. Desde las
ventanas, gente descorchaba botellas de champán, sobre banderas del
partido vencedor, y mis ojos vieron en el suelo confeti. En la puerta
del supermercado Monoprix, dos vagabundo que tienen su residencia
sobre las puertas de este, saltaban contentos-nunca les había visto
sonreír-, y se abrazaban entusiasmados, como si el cambio fuera a
servir de algo en sus vidas, pero lo cierto, es que la felicidad se
contagia. Una niña pasó junto a mi, una mano agarrada del brazo de
su madre, en la otra, agarraba como buenamente podía una rosa roja.
Entrar en Bastilla y ver
lo que es la otra cara de la política, la columna de Julio, casi
siempre inalcanzable por el trafico rodado, permanecía recta y
ducha, a pesar de que su base, llena de restos mortales de sus
antiguos héroes, estaba tomada por la muchedumbre y sus banderas,
eran de muchos tipos y filigranas, aunque abundaba el color rojo. En
la pantalla gigante del fondo, donde nacen los bulevares, Sarkozy,
aún presidente de la república, sucumbía y con cara sería y bajo
los abucheos de las miles de personas que abarrotaban la plaza,
reconoció su derrota y felicitó a Hollande, a la sazón nuevo
presidente. La plaza estalló en aplausos, y la gente brindaba de
nuevo.
Esta es mi humilde
crónica de las elecciones generales francesas, lejos de datos y
discursos. Poco me importan, las he visto y vivido desde lejos, o
desde cerca, depende de como se mire Simplemente puedo narran con
exactitud lo que ví, y sentí en las calles de la ciudad. La otra
política, la otra felicidad.