Una de cinco, cinco
gare, o estaciones. Tal vez algo más, para muchas de las personas
que llegan a ella, con la idea, con el sueño de conocer la antigua
Lutecia, el nuevo París, la ciudad del amor, de la luz, de la torre
de ferralla. Entran en ella desde algún lugar lejano, desde el sur
de Francia, desde España, muchos de ellos. Puerta de entrada de
París para los turistas de la Península Ibérica.
Se levanta a un lado del
río Sena, cerca de donde París deja de ser París, para convertirse
en un avispero de edificios de modernas oficinas, y más allá, humo
de fabricas, lejos de donde las manadas de turistas son pastoreados
por algún guía, o simplemente campan a sus anchas, allí solo se
ven los turistas llegados de repente, o los que se van en breve.
Una de las olvidadas, no
como la del Norte o la del Este, más fea que la de Lyon, menos
céntrica que la de San Lázaro, y menos moderna que la de
Montparnase, la hermana fea y pobre, pero no por ello menos útil.
Sus dos murales, te dan la bienvenida y te despiden depende, siempre
depende.
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