Los franceses son muy
suyos, quizás demasiado, los parisinos en aumento, si es que se
puede. Se suele decir, que el viajero no se puede ir de Nueva York
sin sentirse pequeño, de Florencia o Roma sin sentirse fascinado y
de París sin sentir la arrogancia de sus habitantes. Y por lo que se
y he vivido, la afirmación es cierta al cien por cien.
Pero sientas pequeñez,
satisfacción, o arrogancia, lo que también sientes en todas las
ciudades-no solo en estas-, es la necesidad de llenar el estomago, la
necesidad de tomar el buen yantar, que decía el desaparecido amigo
Labordeta.
En París, hay muchas
comidas típicas, pero una de mis favoritas y de todos los que los
prueban, son los eclairs, largos pastelillos dulces, recubiertos y
rellenos de la misma sustancia, normalmente de café o de chocolate.
Un sabor increíble, junto a un buen café o infusión.
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