Hay momentos en la vida,
en la historia, en la que se producen decisiones, decisiones que en
un primer momento te hunden en la depresión artística, en un primer
momento, pero que con el paso del tiempo, ponen a cada cual en su
lugar, lo ensalza de donde lo enterró, y calla la boca a más de
uno.
Esa es la historia de
este cuadro, es la historia de Monet, y de los futuros pintores,
escultores, que se introducirían en un movimiento hasta entonces
inexistente, tanto que nadie se lo esperaba, que nadie lo valoraba ni
cuando ya existía, pero que finalmente, acabó por apasionar a sus
contemporáneos, y a todos los que llegamos después.
Este cuadro, uno de los
primeros de Monet, el primero en ser presentado a un salón de
pintura, un salón lleno de artistas afiliados al poder, y a lo
clásico, y que insultaron al artista al exponer la obra, incluso,
acabaron por echarlo a él y a su pintura del salón de los rancios.
Se burlaron hasta de su titulo, “Impresión sol naciente”, y
acabaron por llamar Impresionistas, de forma denigrante, a todos
aquellos que imitaban a aquel. Pintaban la luz y los momentos del
día. Con el paso del tiempo, nadie recuerda a estos rancios
paniaguados. ¿Pero quien no conoce a Monet, a Renoir o a Degas?.
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