Belleville, barrio del
norte de la ciudad, barrio de otros tiempos, barrio asiático en su
totalidad, chino en su mayoría, restaurantes, supermercados, tiendas
de tecnología y peluquerías. Alguna consulta medica, perdida por
las calles que se abren junto al parque del barrio, donde resistió
La Comuna parisina hasta las ultimas consecuencias.
Café de otra época, de
otra vida, que se mantiene en pie, abierto, sonriendo con cara pilla
a los malos tiempos, que se agarran a las viejas sillas, como si
quisiera quedarse allí para siempre. Café de siempre, parisino de
los de muchos años, barra plateada, y camareros ágiles, que sirven
cerveza como si no hubiera mañana, como si todo terminara hoy.
Allí puedes tomarte un
café, tranquilamente, bien acompañado, mejor es imposible, brindar
por un futuro incierto, pero seguro o solucionar una tonta discusión,
que no va a ningún lado, a diferencia de la pareja, que están
sentados a la izquierda de la entrada, que van juntos, como si no
hubiese otra elección que la de estarlo, porque así lo desean, y a
pesar de las caras tristes a veces, en el fondo solo hay felicidad, y
esa es la mejor de las elecciones, la magia de dos vidas en una. En
fin tardes de café y París.
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