Hay cosas curiosas, cosas
que no suelen cambiar en ninguna ciudad, en ningún país, en ninguna
cultura. Es uno de los sabores que no varía, o no varía más de la
cuenta, pues el salado, el ácido, el picante, pueden darse más,
darse menos. Pero el dulce, siempre acompaña cualquier comida,
cualquier infusión.
En París, los hay de
muchos tipos, dulces típicos, como los Macarrons, menos típicos
como el chocolate, más belga que francés, y sobre todo la miel, la
confitura de múltiples sabores, la nutella y el azúcar. Todas ellas
disfrazadas en vasos, en recipientes curiosos.
Lo cierto, es que lo
menos importante es el recipiente, lo más es donde se coloca, donde
se expande, donde se disfruta, en París, donde más se dan, donde
más se ve, es en los crêpes, en los múltiples quioscos que los
venden allá por donde te mueves.
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