jueves, 1 de marzo de 2012

SORPRESAS.



Dicen que es la acción o efecto de sorprender, y en esa estamos, pues que más tiene el efecto y la acción de sorprender a un transeúnte, que un tipo tocando un piano de cola en la intersección de dos de las calles principales, y más atestadas de compradores compulsivos de la ciudad de la luz.

Allí estaba, en medio de la gente, de las tiendas, de los turistas despistados y fatigados, en medio de la corriente del día frío como una cuchilla, sin más que su piano, su mochila semi vacía, o semi llena y su cabeza, llena de partituras, que por magia se transformaban en notas y música, gracias al leve movimiento de sus dedos.

En fin, un día sin más, un día como otro cualquiera, en el centro de la ciudad del amor y del consumo. Es curioso ver a los pocos curiosos que se paraban a ver, oír y callar, y por ende, algunos también a fotografiar la curiosa estampa. Pero mucho pasaban de largo, como si que sonara un piano de cola en medio de la calle, fuera lo más normal del mundo, de sus vidas. Sera, que ya lo hemos visto todo, o simplemente nos habremos vuelto locos del todo.

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