Cada hora, desde el
anochecer sobre la ciudad de las mil ciudades, hasta la una en punto
de la mañana, de cada mañana, madrugada más bien. Los destellos,
como si fueran miles, millones de luciérnagas apoyadas sobre la
torre metálica más famosa del mundo.
Los Campos de Marte, la
ribera del Sena, la edificación del Trocadero con sus fuentes, se
llenan, se abarrotan cada noche, sobre todo cuando el tiempo
acompaña. Es un espectáculo dicen, a mí, personalmente me parece
un tanto rancio, un tanto cutre para la ciudad, es solo una triste
opinión claro.
Los flases de las
personas contemplativas de la efímera construcción, que finalmente
no fue tan efímera, se lanzan, se disparan a cientos, quizás a
miles desde los alrededores, cuando a su vez la torre emite los
destellos, que alguien se ha empeñado en que despida.
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