Mastodonte de cristal y
metal, se ve desde múltiples puntos de la ciudad, pero no reparas
realmente en él, hasta que estas a sus pies, en su nacimiento, como
en todos los rascacielos. Me gusta su acepción en inglés,
skyscraper, suena más a lo que es. Siempre los observas desde la
lejanía sin más, pero siempre te sobrecogen un poco desde cerca,
como muchas mujeres.
Tiene la curiosidad de
ser el hotel del palacio de congresos de París, y aún más, nace
justo al pie de la llegada de los autobuses con los viajeros del
aeropuerto de Beauvais, y allí mientras esperas interminables
minutos, para partir a tu destino, para que los que partieron a su
destino vuelvan de nuevo al tuyo, te entretiene.
Y de que manera, te
quedas embobado, ensimismado, como una vaca viendo pasar el tren
desde el pasto que regenta, no es el edificio más grande del mundo,
ni de Francia, tampoco lo es de París, pero esta en el sitio idoneo,
en el momento justo, para que mucha gente lo observe contemplativa.
Tal vez porque durante unos minutos de su vida no tiene nada más que
hacer.
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