miércoles, 14 de marzo de 2012

DE REPENTE.


Sin duda, no es de los barrios más recomendables de la ciudad de París, la zona cercana a la Porte de la Chapelle, barrio duro, donde nadie tiene nada que perder, y en la mayoría de los casos, tampoco tienen mucho que ganar. Barrio sucio, peligroso, ni la policía sabe apenas lo que allí ocurre, porque apenas pasan por él.

Pero a veces, es importante pasearse, andar por esos sitios, donde nadie anda, donde nadie pasea, donde solo se vive, peor que mejor, pero donde los niños son felices, y juegan en los parques, como si su situación fuera la mejor del mundo. Ningún niño rico-pensé en ese instante-, reirá nunca con la verdadera sonrisa, que presentaban los hijos de los padres drogados, camellos, y demás, que abarrotan estas calles.

Por que los niños son como el arte, cuanto menos se tiene más se aprovecha, más se lucha y más se disfruta de lo que se consigue. Y así, sonriendo por verles felices, rodeados de la miseria a la que les condena la ciudad, y la sociedad, apareció de repente esta gran cara en una pared cercana al parque. Y volví a mirar a los niños que saltaban en el parque, y pensé que tal vez no sea el momento de quemar las naves y matar a Caronte.

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