Su número en la rúe
Rivolí, es más que una demarcación territorial, es sinónimo de
arte, de contemporaneidad, y de los que antes fue ocupación,
inmueble céntrico, grande, parisino y sobre todo acogedor, en su
interior decenas de ateliers de artistas, pintura, escultura,
inquietud intelectual.
Su fachada ya es un
símbolo del nuevo París, de los nuevos artistas de la vieja
Lutecia, alejado de los cabarets y de los vendedores de absenta,
ahora dan un paso más. Se presenta el proyecto como escuela de arte,
de arte nuevo y transgresor.
Eso no es nuevo en la
ciudad, todas las tendencias transgresoras del arte de los dos
últimos siglos, prácticamente comenzaron a fraguarse aquí, y en la
campiña de alrededor. Esos que ahora casi nos parecen clásicos, tal
vez lo sean ya, en su día, fueron expulsados de los salones más
prestigiosos de arte de la ciudad. Por considerarlos insultantes.
Como Monet y su “Impresión, sol naciente”.
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