Parece un teatro más,
de lo muchos, de los tantos que se levantan, que abren sus puertas a
lo largo de los Grandes Boulevares parisinos, cerca de Ópera, o de
la Madeleine. Podría ser un teatro sin más, sino fuera por la
historia que tiene, que lleva, y que llevará a sus espaldas, si
algún día cierra sus puertas. Que nunca se sabe.
Lo sería, de no ser
porque cada vez que paso por su puerta, por la acera, recuerdo a
tantos y tantos músicos, cantantes, bailarines y demás. Españoles,
exiliados, o no, pero que durante tantos años, mostraron en las
tablas del Olympia parisino, nuestra música, nuestro teatro. Nuestra
cultura.
Como no, además de
pensar en las idas y venidas de mis paisanos, que en el fondo, al
final, son las nuestras, son las mías también. Pienso sobre todo en
el típico, por genial, cartel de la Olympia, con Paco Ibañez como
estrella. Querido y valorado como si fuera francés, como si fuera
parisino, y lo imagino ahí, vestido de negro y cantando Andaluces de
Jaén.
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