Cada ciudad tiene su
litografía estampada en las entradas y salidas del metropolitano,
todos conocemos perfectamente las de la ciudad donde nos toca pasear
la vida y los sueños. Otros quizás los menos, quizás los más,
vamos coleccionando en nuestra retina y nuestro recuerdo las de el
resto de las ciudades que se cruzan en nuestro camino.
Blanco, metro, de letras
rectas sobre fondo rojo, sobre fondo escarlata más bien, curioso
cruce de colores, que nos acompañan desde hace tanto que nadie
recuerda cuando se colocó la primera.
Como buena obra
modernista, que es el caso de pertenencía de las de la ciudad eterna
de París, va un paso más allá, y además de servir de aviso a
peatones y despistados, sirve para sostener una farola, un uso doble.
Ya saben, el modernismo además de alegrar la simpleza de las
ciudades, sirve para mejorar la vida de sus habitantes.
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