Por desgracia, por
suerte, ahora solo son esos, malos recuerdos, de una historia pasada,
tan reciente que duele y daña, como si nunca hubiera acabado. Aunque
nuca debió de ser, lo fue. Niños, solo niños re Dios, pagando por
el mal de los adultos, de los gobernantes, inconscientes y
descerebrados.
Todos los colegios de
París cuentan con estos recuerdos en forma de placas, en forma de
flores y de miedo, del que fue y del que aún persiste por si
volviera a ser. Cientos, miles, quizás más niños y niñas fueron
deportados, apaleados y amontonados como animales en los campos de
concentración nazis, donde muchos de ellos murieron, junto a sus
padres.
El gobierno de Vicky
ayudó, o por lo menos miró para otro lado, mientras, los chicos de
Adolfo y otros tantos, arrimando el ascua a su sardina, hacían de
las suyas, campaban a sus anchas por toda la Francia, ajustando
cuentas, haciéndose odiar por los siglos de los siglos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario