domingo, 11 de marzo de 2012

NIÑOS.



Por desgracia, por suerte, ahora solo son esos, malos recuerdos, de una historia pasada, tan reciente que duele y daña, como si nunca hubiera acabado. Aunque nuca debió de ser, lo fue. Niños, solo niños re Dios, pagando por el mal de los adultos, de los gobernantes, inconscientes y descerebrados.

Todos los colegios de París cuentan con estos recuerdos en forma de placas, en forma de flores y de miedo, del que fue y del que aún persiste por si volviera a ser. Cientos, miles, quizás más niños y niñas fueron deportados, apaleados y amontonados como animales en los campos de concentración nazis, donde muchos de ellos murieron, junto a sus padres.

El gobierno de Vicky ayudó, o por lo menos miró para otro lado, mientras, los chicos de Adolfo y otros tantos, arrimando el ascua a su sardina, hacían de las suyas, campaban a sus anchas por toda la Francia, ajustando cuentas, haciéndose odiar por los siglos de los siglos.

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