Me llamaron la atención desde la primera vez que los vi. La primera vez que entré en uno de ellos, fue cerca de la Estación del Norte, y fue para comprar unos sellos para unas postales. Me llamó la atención lo familiar que me eran, a pesar de ser la primera vez que visitaba la ciudad, la primera vez que visitaba el país.
Lo son por una razón muy simple, los estancos, o los tabacos, como dicen aquí, son como los recordaba en mi infancia zamorana. Un sitio pequeño, a veces demasiado, donde cuando hay que esperar dos o tres turnos en la cola, te toca esperar en la calle. Donde venden tabaco, chicles, y además sellos y sobres, como antes ocurría en mi país, como cada vez menos ocurre hoy.
Además venden lotería, apuestas de caballos y todo lo que existe en cuanto a juegos de azar legales. Pero hay una cosa nueva, que me llama también la atención, que tras el pequeño tabaco, se aparece un bar, un bar estrecho, pero largo, donde huele a café recién molido, a café de toda la vida.
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