No se si será el amor, o
que es lo que llevará a esta persona, que tampoco se si es hombre o
mujer, si es joven o anciano, a colocar una rosa roja fresca, cada
día del año de este llamador dorado, sobre la puerta de madera, no
conozco la historia ya les digo, pero me gusta imaginármela.
Paso por delante de
ella, casi a diario, cada mañana o cada tarde, la rosa permanece
allí inmutable a la estación, o a la temperatura. Me gustaría
sentarme allí un día, las horas que fueran necesarias, para poder a
la persona que la coloca cada día.
Aún, no le hecho, tal
vez nunca lo haga, o tal vez mañana compre un café caliente y me
siente allí a esperar, y mientras espero la llegada del
fantasmagórico y mágico momento, de la llegada de la flor, seguiré
imaginando una historia cada vez, una distinta al día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario