Nacen como pequeñas casitas de cultura, chapa verde rellena de palabras, de lineas, párrafos e historia. Aparecen a lo largo del Sena, a ambos lados como carriles de literatura, ayudando a fluir el río por el corazón de la ciudad y de su gente.
Algunos cerrados en épocas invernales, la humedad de la zona no ayuda, y el aire, frío, tanto que corta la cara de los que entre viejos libros nos movemos, tanto, que incluso endurece algunas páginas de los primeros ejemplares, los valientes, que dan la cara al paseante, a condición de ser los primeros en recibir las caricias del posible comprador.
Salvando las distancias, a veces me recuerda a mi amada Cuesta de Moyano, más vilipendiada por políticos y paseantes que la ribera parísina, pero con un mismo fondo. Ofrecer cultura, buena y barata. Pues al igual que en Madrid, en París, por un par de billetes azules puedes llevarte a casa ocho o diez obras maestras de la literatura.
Creo que he aquí una de las cosas que más me gustan de París... C:
ResponderEliminarMe atrevería a decir, que es una de las cosas que me permiten no coger la maleta y marcharme de esta ciudad los días malos, todo se lleva mejor con libros de viejo y conversaciones de nuevas.
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