viernes, 10 de febrero de 2012

SAMARITAINE.



En la Samaritaine, se encuentra de todo. O se encontraba, más bien. Así rezaba un cartel a la entrada del gran almacén parisino, cerrado en 2005 para unas obras de mejora, y que acabó desmantelándolo de todo su esplendor interior y exterior, a pesar de ser catalogado como un monumento histórico.

Nadie esperó, que cuando el rey Enrique el tercero colocó junto al Puente Nuevo una bomba hidráulica, con la representación del episodio bíblico, que este llevara al bautizo con el mismo nombre, a uno de los edificios no culturales más importantes de la ciudad.

Hoy cerrado, a los pies del Sena, cerca de los museos, de las catedrales de jorobados campaneros y de la cultura adyacente. Aún sigue siendo iluminado, a diario, o más bien a nocheario, como si de un castillo se tratara, para que la gente que visita la ciudad, aún puedan fotografiarse con él, antes de que lo reabran de nuevo, como gran almacén o como hotel de lujo. Si es que consigue abrir sus puertas de nuevo. Que lo dudo.

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