Uno más, pues si de arcos va la cosa, este es el centro, sobre todo si es de arcos copiando a los romanos, que esos son los que son y no hay más duda ni lucha. El del Carrusel es observado por miles, millones de ojos diariamente, a tiro de piedra del Museo del Louvre, no podía ser de otra manera, muchos lo ven, lo vemos y nos sorprendemos.
Evidentemente, es de Napoleón, de quién si no. Arco de triunfo de buena calidad, pero poco visitado, poco afortunada hoy y en la historia, tras saquear la cuadriga de la antigua república de Venecia, sus enemigos, la acabaron desmontando y devolviendo las piezas al norte italiano, ahora, solo son replicas.
Me paseo junto a su lado, como junto a tantas obras napoleónicas, a tantas obras gigantescas, como gigante era su ego. Las observo, nos observamos, nos aguantamos, respetándonos, a veces sonriéndonos, como si fuéramos enemigos íntimos, como si nuestro demonio de la guardia en ese momento, nos hubiera abandonado.
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