Se podría decir de ella, que es una empresa de cine, una productora, pero los que amamos el cine, o por lo memos amábamos el cine de antes, el clásico, sin efectos especiales ni tres dimensiones, que te marean la cabeza y el bolsillo a partes iguales, sabemos que es la productora, en mayúsculas, en letras de oro y brillantes.
Compañía de hermanos, que veían en el misterio de los rollos de celuloide y de discos fonográficos su sustento, además de su divertimento y el de las personas que los rodeaban. Desde Vicennes, donde empezó, hasta Australia llegaron sus primeras grabaciones, un hito para la época.
En 1902, con el comienzo del nuevo siglo se hizo con todo el negocio, con la patente de los hermanos Lumière, otros espabilados en el negocio, y las principales ciudades europeas se vieron infectadas por el gusto por el nuevo arte. Esos primeros años, hasta la primera gran guerra, la cual destrozó además del viejo continente, los sueños de sus habitantes. Hoy la Pathè muestra sus películas en en centro de París, junto a la Plaza de Clichy. Y muchos pasan bajo su cartel, sin guardarle el respeto que se merece.
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