Es así, tal cual lo
digo, tal cual lo pienso en el momento que emborrono un papel con las
primeras lineas, y sigue siéndolo así, de real, de duro, cuando
horas después aporreo las mismas lineas en un teclado de ordenador.
Cualquier lugar es valido, y eso hace, que los que antes no eran tan
normales, tan validos, pierdan el honor y el valor de lo especial.
Son pequeños quioscos,
unos con licencia y otros sin ella, pero que se esparcen por toda la
ciudad, por todos los rincones, los parques y los puentes. Son tantos
y tan dispares, que parece que algún arquitecto loco, los diseño a
la vez que diseñaba los edificios que se levantan a lo largo de las
calles, avenidas y bulevares.
Es así, cuantos más
lugares validos hay para explotarlos privadamente, menos sitios
públicos hay para soñar, para amar y para recordar. Pero es época
de recortar lo público, y de esta forma conseguir que solo tengan a
derecho a soñar, reír, amar y recordar, los que tienen dinero para
hacerlo de forma privada. Eso sí, para ellos cualquier sitio seguirá
siendo valido.