sábado, 14 de enero de 2012

TENTEMPIÉ.


No sabría explicar desde cuando están allí, ni siquiera yo lo se, de repente un día aparecieron a un lado de la plaza, como si nada, y ahora ya son uno más del decorado de la ciudad, un decorado que aunque no sea así, parece que recogen cada noche, montándolo cada día para los turistas y los foráneos, que vemos boquiabiertos como cambian las calles en unas horas.

Es fácil, más que ello caer en sus garras de dulce o salado, de churros franceses, que no son tan distintos de los españoles, pero si mucho de los de otros ciudades, como los fríos y con canela del barrio italiano de Nueva York.

Colores estrámboticos, chillones y colores dulces, como el del algodón, aquí denominado sarcásticamente Barba de Papa, buñuelos de aire cargados con los sueños de la infancia, de los niños que los disfrutan en silencio, y que ven como esta, se pasa de la mano de sus padres y abuelos, sabiendo como se yo, que dentro de unos años pasaran por allí, y lo recordarán con cariño y con olvido.



No hay comentarios:

Publicar un comentario