Lo prometido es deuda, y lo que no se paga se adeuda, y de honor es dar lo que se promete, el nuevo año devuelve los huesos, de tantos y tantos extranjeros neo afrancesados, a las calles de Lutecia, al cielo de París y a la humedad del Sena, o de la Sena, como la nombran los impronunciables, casi divinos y, también casi castos labios de las jóvenes parisinas.
La primera vista, el primer ojeo, la primera brisa fría, es la de la Bastilla, plaza hoy, prisión ayer, atisbo de inculturas mañana, como todas la plazas, como todas la ciudades. Monolito columnario y rematado en oro figurado, con ópera al fondo, ópera más nueva y más ignorada, que la otra, la ópera Garnier, la ópera de los turistas y de los ricos.
Barrio, mio y nuestro, vuestro si se da la chanza y la oportunidad, mi casa, o lo que se supone que es, es mi zona de París, y como tal es mi parte de terreno, donde me muevo, donde hablo y tomo café, donde tengo a mis amigos y mis enemigos, donde encontré mi verdadero París.
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