miércoles, 11 de enero de 2012

ENREDADOS.



Como si no hubiera escapatoria, o tal vez por eso mismo, porque no la hay, como si nadie la mirara cuando pasa bajo ella, como si nadie contemplara impávida, perspicaz como sube por la pared, como trepa deslizante, como si nadie se diera cuenta del paso del tiempo, de las horas y de los días, del paso de frio al calor, del invierno al verano, mientras el otoño humedo imagina y echa de menos una primavera colorida de flores vivas y pupilas claras.

Como si nadie se enredara como tú, como si nadie más tuviera ese derecho, solo tú, solo en tú caso, solo en tú vida. Nadie te compara con nada ni con ídem, nadie, solo te contemplan cada día, en cada momento, cada vez que pasan por la estrecha calle del barrio judío, cada vez que entran por la zona de los restaurantes, por el mercado de abastos, por la expendiduría de sonrisa facil y conversación empalagosa.

Tú permaneces allí, maldita, como si el cuento no fuera contigo, como si las pupilas clavadas en tu red corporal vegetativa, como las ideas que pululan a tu alrededor, no te dañaran. Como si no te influenciaran y no te hicieran sentir más bella, como haciéndonos ver, que no eres tú la única que esta enredada.

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