jueves, 12 de enero de 2012

HÔTEL DE VILLE.



Más ayuntamiento que hotel, más multiusos que ayuntamiento, por lo menos en el exterior, plaza de todos y de nadie, pues a pesar de estar siempre llena, pocas veces puedes pisar sus adoquines, quien sabe si por miedo a que la juventud y los estudiantes, se atrevan de nuevo a buscar bajo ellos la arena de la playa, tan prometida y tan olvidada, bajo las tiendas de lujo y las promesas vacuas de los tiempos corrientes, de crisis más espirituales que financieras.

Centro de la Villa, centro de Isla, centro de los pensamientos de las guías de viajeros, centro de la centralita de banderas los días de fiesta, y de los ricachones y sus fajos de billetes, nuevos de euros, viejos de francos franceses, por muy redundante que suene.

Plaga de plaza, o plaza plagada, poco da o lo mismo igual, postales de postales, imagen de una ciudad de fantasía a veces, de mentira otras. Existe tras él, a su lado o a su espalda otra ciudad, la de verdad, la de sentido y cabezonería, lejos de las pistas de patinaje, de tenis, o de los escenarios de conciertos, que durante todo el año se encargan de esconder, por el bien del turismo aquel otro París, el que todos debemos, pero no muchos conocemos.

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