viernes, 13 de enero de 2012

DESCONSUELO.



Como si fuera un sentimiento constante, a intervalos, dependiendo de las nubes, del sol, y de las sonrisas constantes o a intervalos de las calles y de los cafés. Todo depende y se basa y desfasa con las sonrisas y con los cafés, esa es la ciudad que conoces cuando pasas aquí más de lo preciso, menos de lo lógico.

Como la estatua verde del tiempo, como la cúpula dorada de oro, como las cámaras reflectántes de cristal, y los charcos donde retumba el cielo entero al contacto con una hoja seca. Y el estruendo lejano de la calle, donde los coches y sus pilotos luchan por arrancar los primeros al cambio del semáforo, como si hubiera un premio, como si hubíera un podio perenne en los Campos Eliseos.

Desconsuelo de días claros y cabezas oscuras y nubladas, de días nublados y ojos brillantes como el sol del desierto, como el sol mesetário, como la luz de la mirada de la niña que juega en el parque de las Tulleiries con los antiguos barcos de madera.


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