jueves, 19 de enero de 2012

CAMPOS DE MARTE.



Verdes pastos, de turistas rebosantes, de historia, de armada, de fuegos de artificio, de inmigración transeúnte, vendiendo ilusiones en forma de recuerdo, en forma de regateo. Pura rutina para algunos, pura añoranza y pura admiración para otros, el centro de la ciudad, pero apartado a su zurda.

Casa de todos, hogar de nadie, Campos de Marte, campos de París, campos de la exposición universal de 1900, y de la exposición humana actual, colas enormes de gente en todo su esplendor esperan por entrar, esperan por salir de cualquiera de sus estancias, por hacerse fotos en cualquiera de sus esquivos monumentos.

Por la noche, como en casi todas las noches, como en casi todos los lugares, sale su lado canalla, sus botellas de vino o de whisky, sus risas de amor y amistad, sus ojos claros iluminados a la luz de la torre cuando no hay luna, y a la luz de la luna cuando apagan la torre.

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