Hay ciudades que se ven
distintas desde las alturas, otras son mágicas, otras son terribles,
y otras serán un cajón de sastre, un poco de cada una de ellas,
supongo. Hay ciudades que cuando se ven desde lo alto parecen
distintos mundos, pregunten a cualquier reportero que mira desde la
azotea de su hotel, mientras el país invasor comienza a bombardear
la ciudad por la noche, preguntan tal vez a un niño, o a un anciano,
verán la diferencia mental y arbitraria de las respuestas.
París es así como la
ven, cada cual tendrá su idea, su descripción, sus gustos y
disgustos, tanto desde las alturas como desde las bajuras, eso es la
ciudad, y París no es distinta, París no tiene nada que envidiar,
nada de lo que vanagloriarse, simplemente es una más, una menos.
Esta altura, esta tomada
desde la azotea del Centro de arte Contemporáneo Georges Pompidou,
desde el corazón de la ciudad, desde los alto de esta enorme
cicatriz de colores en medio de los antiguos distritos de la vieja
Lutecia, se ven los grandes bloques cercanos a la rue Saint Honoré,
los pequeños pisos de la parte baja de Monmartre, o la fea torre de
Montparnase, también se ven cosa más bonitas, como la dorada cúpula
de los Inválidos, o el Sacre Coeur. Una altura que vale la pena.
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