jueves, 1 de diciembre de 2011

POMPIDOU.




Museo de arte moderno para unos, para otros de arte contemporáneo. Museo de arte conceptual y rebosante de insensatez otras, y siempre rebosante de turistas, turistas de boca abierta, mirada perdida buscando sentido a lo que no lo tiene, turista de frase repetitiva de hacendado infantil risueño.

Plaza de las culturas, más en su exterior que en su interior. Micro cuesta de pequeñas piedras donde todos se sientan, donde todos nos sentamos, una costumbre al menos anual, no perteneces a esta ciudad si nunca has comido allí, mirando la fachada modernista, con la cara del jefe y el tubo marciano o lunático tragándose a los visitantes, sin llenarse nunca, sin hartarse, sin tan siquiera quejarse.

Pintores de dibujos caricaturizados, portadores de mágicos masajes, mimos, magos, músicos y faquires, en esta ciudad solo trabaja el que no sabe hacer otra cosa. Bebedores compulsivos de absenta prohibída y sustituída por Pastis de similar sabor, pero disminuida fortaleza, pasean entre las tiendas de postales, mirando con recelo de perro viejo. Una jungla urbana donde no hay árboles, porque no son necesarios, porque hay momentos en la vida y en la ciudad, donde puedes imaginar estar en otro sitio, sin que se parezca a lo que te rodea, pues lo importante no es la situación, sino la mentalidad.

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