sábado, 3 de diciembre de 2011

ELLOS.



Paseando por la ciudad, como pasean las personas en este otoño invierno, jugando a pisar hojas muertas, hojas que alfombran la ciudad de las mil y una historias. La jungla parece un jardín desarbolado. La calle fría, desgarradoramente sucia y gris, como si la jungla dejára de ser jardín y se reconvirtiera en invierno muerto prematuramente y primavera que no llega.

Personas, decenas, cientos, lo hacen así, en la ciudad del amor, de los sueños y de las avenidas tan grandes como ricas y quejumbrosas, también están ellos, allí, donde nadie mira, donde los objetivos de las cámaras turísticas y televisivas no enfocan por si se enteran de que están allí. A ellos, las personas sin más durante sus navideños paseos los tapan con la bolsa de la tienda más cara, pero ellos siguen allí, olvidados pero de carne y hueso, de sustancia ígnea y alma.

Su casa, su vida, sus sueños, la de ellos, aparecen depositados sobre alguna de las rejillas de salida de humos del metro, que engañan con su sucio calor, allí instalan su vida, mientras los demás lloramos porque nuestro coche no tiene estrella en el morro, o porque el whisky que nos llevamos a nuestro morro, no es de la marca que bebe la chica de la revista. Ellos mientras tanto vagan por caminos sin promesas y su desidia es una realidad común.

2 comentarios:

  1. Impactante, cuánto menos.

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  2. Muchas gracias, lo es, pasear entre las tiendas de marca las luces navideñas y allí de repente ELLOS, y mi cabeza se pone a pensar y a odiar un poco a esta sociedad consumista, que prefiere las joyas a los besos.

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