Como aquel día, uno de
noviembre de hace casi un año, que parece muy lejano, pero casi fue ayer,
de nuevo vuelvo a ponerme a hundir tecla en mi nueva habitación de
París, tras este mes y medio de descanso, de desintoxicación
literaria y parisiense.
Les seré franco, a
partir de hoy habrá un nuevo retazo diario para usted querido
lector, lo habrá sin duda y por ley, porque yo lo prometí así, y
usted lo acató, por dar voz a mi palabra y creencia a su buen hacer,
volverán por estas páginas-suyas y mía-, a aparecerse los
personajes más raros, estrafalarios de la ciudad, los rincones más
escondidos de la capital francesa, las manadas de lobos esteparios
que sucumben a los puentes del Sena, donde se cobijan de la sociedad.
Pero como toda moneda,
además de contar con la cara, se tiene que temer a la cruz, y esa
cruz en este caso es la duración, pues en su momento dije, que el
sentido de esa página, de este recorrer de calles y sentimientos,
acabaría el día en el que él abajo firmante dejara la ciudad del
Sena, y eso amigos, puede que sea más pronto que tarde, pero eso sí,
mientras tanto disfrutemos de la ciudad de las luces, yo
escribiéndola y ustedes soñándola, pues una vez más, vuelve a
amanecer.
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