Les seré franco, el
reloj no es una maravilla, me refiero a lo estético por supuesto, no
me voy a meter en camisa de once varas, ni me va ni me viene, pero
supongo que más allá de la estética, esta el sentido y la función
de dicho objeto. Nada más ni nada menos que un reloj.
Como ya sabrán por el
titulo de hoy, el reloj, se conoce como Le dèfenseur du temps, o lo
que es lo mismo en la lengua de Cervantes, La defensa del tiempo. Se
trata de un aparato mecanizado, situado en el céntrico y escondido
barrio del reloj, colocado a mitad de camino del centro de arte
moderno Georges Pompidou y el barrio del Marais.
Su máxima expresión
llega en cada una de las horas en punto, pues no solo conforme con
dar las horas, el mecanismo comienza su trabajo y muestra una
alegoría, me atrevería a decir que muy moderna, muy a la orden del
día, pues no es otra que la lucha del tiempo contra los terremotos,
los huracanes y el mar enfurecido.
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