sábado, 8 de septiembre de 2012

TURENNE ENFANT.



Su escultura se levanta en medio de una plaza, más bien de una rue, no llama mucho la atención, ni por el tamaño, ni por su ubicación, pero si debería hacerlo por su historia. La observo a menudo, en uno de los dos bancos típicos de París-de los que otro día hablaremos-, esperando tranquilo, con una novela en mis manos, disfrutando de la noche parisina, haga frío, calor o llueva, y no lo cambiaría por nada, pues es el preludio de una sensación única.

El tal Turenne Enfant, se llamaba realmente Henri de la Tour, fue un ilustre miembro de la familia de la Tour d´Auverge, apoya delicadamente su pierna izquierda en un pequeño cañón, donde se puede leer la firma del escultor, Lucien-Benoit Hercule.

Fue mariscal de Francia, el cardenal Richelieu lo nombró a su vez coronel de un regimiento de infantería, llevando a cabo muchas batallas, luchas, como el sitio de La Mothe, en Lorraine, donde ascendió rápidamente a mariscal de Campo, otras batallas donde sobresalió fue la del Rhin, Landreais, o hasta en los campos de Flandes, donde perdió la vida. Pero antes de eso, tras la muerte del cardenal Mazarino, y que el rey Luis el catorce, tomara las riendas del país, nombro a Turenne, Mariscal general de los campos y del ejercito del rey. Tal fue su importancia, que incluso Napoleón Bonaparte, recomendaba leer y releer e sus soldados las campañas de Turenne, como uno de los grandes capitanes franceses.

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