Su escultura se levanta
en medio de una plaza, más bien de una rue, no llama mucho la
atención, ni por el tamaño, ni por su ubicación, pero si debería
hacerlo por su historia. La observo a menudo, en uno de los dos
bancos típicos de París-de los que otro día hablaremos-, esperando
tranquilo, con una novela en mis manos, disfrutando de la noche
parisina, haga frío, calor o llueva, y no lo cambiaría por nada,
pues es el preludio de una sensación única.
El tal Turenne Enfant,
se llamaba realmente Henri de la Tour, fue un ilustre miembro de la
familia de la Tour d´Auverge, apoya delicadamente su pierna
izquierda en un pequeño cañón, donde se puede leer la firma del
escultor, Lucien-Benoit Hercule.
Fue mariscal de Francia,
el cardenal Richelieu lo nombró a su vez coronel de un regimiento de
infantería, llevando a cabo muchas batallas, luchas, como el sitio
de La Mothe, en Lorraine, donde ascendió rápidamente a mariscal de
Campo, otras batallas donde sobresalió fue la del Rhin, Landreais, o
hasta en los campos de Flandes, donde perdió la vida. Pero antes de
eso, tras la muerte del cardenal Mazarino, y que el rey Luis el
catorce, tomara las riendas del país, nombro a Turenne, Mariscal
general de los campos y del ejercito del rey. Tal fue su importancia,
que incluso Napoleón Bonaparte, recomendaba leer y releer e sus
soldados las campañas de Turenne, como uno de los grandes capitanes
franceses.
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