martes, 4 de septiembre de 2012

MUSICOS CALLEJEROS.






Como en todas las grandes ciudades, en las capitales de cada país, en las ciudades donde la afluencia de turistas es alta, o lo suficientemente amplia como para poder vivir de su música, o por lo menos darla a conocer, aparecen. Lo hacen en cada plaza o esquina, sobre todo cuando el tiempo ayuda, que en París es casi nunca.


Desde la plaza de Nation al Trocadero, desde el parque de La Villete a la Plaza de Italia, aparecen, difuminados por todas la calles, casi por cada una de las paradas de metro o de tranvía, son la otra decoración de la ciudad, lejos de la fotografiada y vista por los visitadores de la ciudad de la luz.

Como en todo, los hay mejores o peores, los que te alegran el día y los que te ponen de mal humor, por que llevan a cabo su tarea de forma mala, nula, o porque tocan en un mal momento, incluso en un mal lugar. No es este el caso del hombre de la fotografía, hombre que alegraba el día-más bien la noche-, a los paseantes de la céntrica zona de Odeón, un tipo mayor, sonriente y de ágiles dedos que hacían salir lo mejor del piano que tocaba, a la puerta de un pequeño quiosco de prensa.


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