lunes, 17 de septiembre de 2012

HONORÉ DE BALZAC.



Si la verdad tiene que morir, mi Balzac será hecho pedazos por las generaciones futuras. Pero si la verdad es imperecedera, profetizo que mi escultura hará su camino. Esta obra, sobre la que se burló todo el mundo y que fue ridiculizada por todos los medios, ya que no era posible destruirla, forma el núcleo de mi vida, el eje de mi estética. Desde el día que la concebí soy otra persona”.

Estas palabras fueron obra de Auguste Rodin, el insigne escultor parisino, tras inaugurar la estatua en honor de su amigo el escritor, dramaturgo e intelectual Honoré de Balzac. Amigo este que murió como él, en la mayor de las pobrezas a pesar de haber cosechado el éxito de su tiempo y de sus contemporáneos.

La escultura como tal-la original-, si es que se puede hablar de obra única en la creación de Rodin, pues hacía una serie con varios primeras piezas a la vez, como ocurrirá con El pensador, de cuyo original existen al menos tres en la actualidad, se puede contemplar en los jardines del museo del autor, y no muy lejos de allí, en la calle donde el dramaturgo vivió en la ciudad del Sena.

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