A nueve kilómetros del
centro de la ciudad de París, se levanta una maravilla
arquitectónica, la basílica de Saint Denis, en el centro del barrio
93, en la zona conocida como Seine-Saint Dennis. Su estilo gótico se
muestra plenamente en el interior con su perfectas vidrieras del
siglo XII y XIII, así como con su crucero de una amplitud sin
precedentes en la arquitectura francesa, y que se creó para dar
cabida a las tumbas reales, creando así la mayor necrópolis real
del país vecino.
Nació como abadía,
levantada sobre un antiguo cementerio galo-romano, en el lugar donde
fue martirizado y asesinado Saint Denis, desde entonces asociada al
mundo franco, ya fue basílica durante la época merovingia, en está
época y en la carolingia algunos de sus reyes pidieron ser
enterrados en su interior. Es catedral, desde 1966, año en el que se
creó la diócesis de Saint Denis.
Un punto escabroso de la
historia de esta construcción fue la profanación de sus tumbas
durante la revolución de 1793, los revolucionarios arrojaron las
cenizas de reyes y príncipes a la fosa común abierta en la zona
denominada cementerio viejo de los monjes. Como toda obra de gran
envergadura e importancia, la catedral de Saint Denis ha sufrido
muchas remodelaciones a lo largo de su historia, una de las últimas
fue la realizada por Napoleón III y Viollet-le-Duc, la cual salvó
la construcción posiblemente de su ruina total. En la actualidad el
cercano paso del RER B-cercanías suburbano-, ha creado un movimiento
profundo de los ríos subterráneos, lo que ha desembocado en que el
santuario real esté plagado de una serie de infiltraciones, que
unida al salitre producido por esta humedad, y unido a la
contaminación moderna, hace que la situación de parte del templo,
no ayude en demasía al reconocimiento merecido por parte de la
Unesco de esta necrópolis, el cual, en vez de avanzar y proteger la
catedral, parece bastante bloqueado, a pesar de ser esta, la primera
basílica construida en estilo gótico del mundo.
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