jueves, 29 de noviembre de 2012

PASEOS NIMIOS PERO MÍOS.


Me gusta pasear por aquí, a la vera del río, arriba y abajo, desde el Trocadero hasta el final de la isla de San Luis, a veces más allá, cruzando sus puentes en zig zag, tomando fotografías mentales de cada paso, recoveco, de cada individuo que se cruza en mi camino, de cada barco que se desliza Sena abajo, de los gestos de los libreros y de las sonrisas de los ancianos sentados al sol, junto al ayuntamiento, mientras comentan las últimas noticias del día, o los andares de la mujer que pasa a su lado.

Me gusta ya lo digo, sobretodo la parte de la Conciergerie, donde se encuentra la cárcel medieval donde estuvo encerrada María Antonieta entre otros, cruzar por la puerta del Tribuna Supremo, viendo frente a mi la torre de Saint Jacques y la columna de Chatelet, pasar junto al mercado de las flores, donde abundan las orquídeas y las rosas rojas, o tomarme un café en cualquier viejo café de la zona de Saint Germain.

Me gusta tanto pasear por allí, como poco hacerlo por los Campos Elíseos, rodeado de coches y de turistas, que solo miran los escaparates y los edificios con la boca abierta, sin ver a donde se dirigen, y sin el menor cuidado por evitar chocarse con los que no tenemos ningún interés en las tiendas ni en el gasto. Con los que pensamos que una ciudad son calles, y paseos más que gastos y tiendas de lujo.

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